LEER :
Apocalipsis 22:16-21 | En 1987, nuestra familia se mudó a California
porque yo iba a servir como pastor en una iglesia en la zona de Long Beach. El
día que llegamos, mi secretaria fue a buscarnos al aeropuerto para llevarnos a
casa. Cuando nos mezclamos entre el tránsito, lo primero que vi fue un cartel
autoadhesivo en un auto, que decía: «Bienvenido a California… ¡Ahora vuelve a
tu casa!». No era precisamente una bienvenida cálida ni alentadora al soleado sur
californiano.
Me pregunto
si nuestra vida a veces envía señales similares a las personas que nos rodean.
Ya sea que estemos en la iglesia, en el vecindario o en reuniones sociales,
¿actuamos a veces de manera que los demás no se sientan bienvenidos a nuestro
mundo?
En Romanos
12:13, Pablo instruyó a sus lectores a practicar la hospitalidad. El libro de
Hebreos avanza un poco más: «No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella
algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (13:2). Cuando somos bondadosos y
amables con quienes se cruzan en nuestro camino, nos hacemos eco de la
invitación del Señor Jesucristo respecto a la salvación: «… el que oye, diga:
Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida
gratuitamente» (Apocalipsis 22:17).
Demostrarle
a una persona hospitalidad y amor puede ser el primer paso para indicarle el
camino al cielo.
Vive de tal
manera que, cuando la gente te conozca, quiera conocer a Cristo.
(Nuestro
Pan Diario)
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