Estaba mirando un documental sobre la tortuga, desde
el nacimiento en la playa hasta el apareamiento y la puesta de huevos de esa
tortuga.
A esta tortuga se le veía la lucha desde la misma
playa; salir del huevo y del hoyo donde la enterró la tortuga madre para luego
llegar al agua era una trayectoria interminable.
Cuando esta tortuga llego al agua nado por un día y
medio sin parar, hasta que llego a una hojarasca donde decidió descansar, comer
y quedarse ahí hasta nuevo aviso.
Luego al pasar un barco, desmantelo el lugar donde
estaba la tortuguita y esta tuvo que moverse a otro lugar.
Según el documental, las tortugas se mueven por el
campo magnético de la tierra; así que
ella saben o detectan donde está el peligro y el lugar seguro para ella.
Esta tortuga permanecía años en cada lugar que iba y
cada lugar, según el documental era el adecuado para ella.
Nosotros como cristianos, al aceptar a Jesús, el
Espíritu santo entra en nosotros, entra en nuestra vida y toma control absoluto
de nuestra voluntad y nuestro estilo de
vida; esto si nos rendimos completamente a él.
En cierto sentido, nosotros debemos ser como las
tortugas; pues esta dejan que el campo magnético de la tierra la guie hacia lugares seguros o hacia lugares
donde puedan sobrevivir.
Vivimos en mundo lleno de mandad, el pecado esta a la
vuelta de esquina; nosotros al igual que la s tortugas debemos permitir al
Espíritu Santo que está dentro de nosotros que nos cuide y nos guie cada día.
En el cual también confiasteis vosotros, habiendo oído
la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación; en quien también,
desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que
es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida,
para alabanza de su gloria. Efesios 1:
13-14
Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el
cual estáis sellados para el día de la redención. Efesios 4: 30
Y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador,
para que esté con vosotros para siempre; el Espíritu de verdad, a quien el
mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le
conocéis; porque mora con vosotros, y estará en vosotros. Juan 14: 16-17
Félix Abreu
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