Soportar
significa: “Seguir adelante a pesar de las dificultades; resistir pacientemente
sin rendirse”. En resumen, significa agarrarse. Pero esta palabra significa
poco para la presente generación. Hoy en día, muchos cristianos han tirado la
toalla: han tirado la toalla para con sus esposas, sus familias y su Dios.
Pedro toca
este asunto, diciendo: “Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la
conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente” (1 Pedro
2:19). Luego, él añade: “Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo
soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es
aprobado delante de Dios.
Pues para esto fuisteis llamados; porque también
Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;
el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le
maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino
encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados
en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados,
vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros
erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de
vuestras almas” (1 Pedro 2:20-25).
El apóstol
Pablo manda: “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2
Timoteo 2:3). Finalmente, el Señor mismo nos da la siguiente promesa: “Mas el
que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13).
Le pregunto,
¿cuál es su dificultad? ¿Está su matrimonio bajo presión? ¿Está su trabajo en
crisis? ¿Tiene usted un conflicto con algún familiar, algún jefe o algún amigo
que lo haya traicionado?
Debemos
cobrar esperanza. Vea usted, tal como los sufrimientos de Pablo nunca lo
dejaron, tampoco lo hizo su revelación, su madurez, su profunda fe, su firme
paz. El dijo: “Si voy a ser un hombre espiritual, si de verdad voy a agradar a
mi Señor, entonces no puedo huir de mis circunstancias. Voy a agarrarme y nunca
rendirme. Nada en la Tierra me podrá dar lo que cada día recibo del Espíritu de
Dios en mi prueba. Él está haciendo de mí, un hombre espiritual”.
La vida de
Pablo “respiraba” el Espíritu de Cristo. Y así es con toda persona espiritual.
El Espíritu Santo hace que del interior de ese siervo broten brisas celestiales
de Dios. Esta persona no es abatida; no murmura ni se queja por su suerte.
Puede estar pasando la prueba de su vida, pero sigue sonriendo, porque sabe que
Dios está trabajando en ella, revelando su gloria eterna.
(David Wilkerson,
fallecido)
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