miércoles, 12 de diciembre de 2012

El Buen Samaritano



Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. – Lucas 10:27.

Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. – Juan 15:13.

El viajero de esta parábola, despojado y abandonado medio muerto, representa al ser humano caído en el mal y la desdicha. Sin embargo, no está completamente muerto. Tiene más o menos el sentido de haber perdido algo, y a veces siente el deseo de ser liberado y sanado.

 En el sacerdote y el levita que pasan de largo, vemos la ayuda ineficaz de la religión. Mas en el samaritano caritativo reconocemos al Salvador lleno de compasión para sacarnos de nuestro destino desesperado. Amigo, Jesús pasa cerca de usted en este mismo momento y le tiende la mano. Quiere curar sus heridas morales. Vino del cielo para ofrecer su vida en sacrificio por usted y por mí.

Si piensa que lo esencial es amar a su prójimo como a sí mismo, confiese que no lo hace siempre ni puede hacerlo sin la ayuda de Dios.

Devolviendo la pregunta a su interlocutor, Jesús le dice: “¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?” (v. 36). Así nos invita a no hacer de nosotros mismos el centro. Él vino a la tierra para ser nuestro prójimo. ¡Qué extraordinaria humillación!

Reconozcamos en él a aquel que llegó a ser nuestro prójimo y que nos amó hasta ofrecerse a sí mismo en sacrificio por nuestros pecados. Como él, nos sentiremos el prójimo de todos los hombres y responsables de obedecer al mandato: “Vé, y haz tú lo mismo” (v. 37).

(Amen, Amen)

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