Si no
tuviésemos conflictos, presiones, pruebas, guerras, nos volveríamos pasivos y
tibios. La descomposición empezaría y nuestro templo se convertiría en ruinas.
No podríamos manejar el territorio que hemos ganado. Por eso es que el plan del
enemigo contra nosotros es claro: él quiere sacarnos de la batalla. El apunta a
quitarnos toda nuestra fuerza para pelear.
Encontramos
todos nuestros recursos para mantenimiento – fuerzas para continuar, poder
sobre el enemigo – en nuestras batallas espirituales. Y en aquél día cuando
estemos delante del Señor, él nos revelará: “¿Recuerdas por lo que tú pasaste
en aquélla ocasión? ¿Y en aquélla terrible batalla? Mira lo que has logrado a
través de todo eso. Todo fue reforzado a través de las batallas que ganaste”.
El hecho
simple es que, Dios ha puesto su tesoro en cuerpos humanos. El nos hizo su
templo, una casa para que su Espíritu viva adentro. Y usted tiene la
responsabilidad de mantener en buen estado ese templo. Si usted se vuelve flojo
y negligente, descuidando el trabajo de mantenimiento que se necesita – oración
regular, alimentándose de la palabra de Dios, en comunión con otros santos – el
deterioro se establecerá. Y usted terminará en ruina total.
Mientras yo
miro a mis cincuenta años de ministerio, yo recuerdo las muchas veces cuando me
hubiese sido fácil para mí rendirme. Yo oraba, “Señor, yo no entiendo este
ataque. ¿De dónde viene? ¿Y cuándo terminará? Yo no veo ningún propósito en
nada de esto” Pero con el tiempo, yo comencé a ver el fruto de esas pruebas. Y
ese fruto – recursos, fuerza, riqueza espiritual – me han suplido de tal
manera, que no hubiese podido yo haberla adquirido por ningún otro medio.
Yo le
insto: abrace a su prueba por fe, y crea que Dios la ha permitido. Conozca que
él está usando esto para hacerlo más fuerte…para ayudarlo a que le quite
victorias a Satanás…para hacerlo una bendición para otras personas…y para
santificarlo todo para la gloria de él.
“Pero
tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de
Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, pero no angustiados;
en apuros, pero no desesperados” (2Corintios 4:7-9).
“Pues esta
leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y
eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que
no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son
eternas” (2Corintios 4:17-18).
(David
Wilkerson, fallecido)
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