Por mucho
tiempo Leonardo se preguntó qué estaba pasando con su existencia, porque esa
mañana—de camino a la oficina—se irritó cuando otro auto le cerró el paso en la
autopista, sacó la cabeza por la ventanilla y ofendió al conductor. El hombre
se limitó a hacerle un gesto vulgar con la mano. Él volvió a tomar el control
en la vida y miró a un lado, en su asiento: ¡La Biblia! Y ese fue el motivo de
la angustia que le acompañó todo el día.
--¿Qué me
está ocurriendo? No debería actuar así--, razonó mientras esperaba que el
semáforo cambiara de rojo a verde--. No es la primera vez que pasa. ¿Será que
soy un fracaso como cristiano?--.
Ese es el
interrogante que asalta a millares de personas en todo el mundo. Están
avanzando en su vida cristiana y, sin embargo, se ven arrastrados por emociones
negativas como la ira o el desaliento. ¿Acaso no han acopiado los principios
bíblicos que llevan a una vida exitosa?
Vamos un
poco más allá: ¿Dónde queda el texto de 2 Corintios 5:17? ¿Lo recuerda?
Comparto con usted lo que enseña el apóstol Pablo: “Esto significa que todo el que pertenece a
Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado, ¡una
nueva vida ha comenzado!”(2 Corintios 5:17. Nueva Traducción Viviente)
¿Sabe qué
ocurre? Olvidamos que si bien es cierto, tenemos ahora una nueva vida en
nuestra condición de creyentes, las emociones siempre nos acompañarán; una es
la forma como las personas de más allá ven las cosas, y otra bien distinta
quienes están más acá.
El
escritor, pastor y autor cristiano, Peter Scazzero, lo describe de la siguiente
manera: “Muchos cristianos creemos sinceramente que la ira, la tristeza y el
miedo son pecados que se deben olvidar, porque son indicaodres de que algo anda
mal en nuestra vida espiritual… ¿Entonces, qué hacemos? Generalmente intentamos
llenarnos de falsa confianza para que esos sentimientos desaparezcan… Si bien
es cierto que algunos cristianos siguen al extremo sus sentimientos de manera
que enferman y contrarían a la Biblia, es más común encontrar cristianos que
creen que no tienen permiso para reconocer sus sentimientos o expresarlos
abiertamente. Esto se aplica especialmente a los sentimientos más complicados
de miedo, tristeza, vergüenza, ira, afanes y sufrimiento” (Peter Scazzero.
“Espiritualidad emocionalmente sana”. Editorial Vida. EE.UU. 2008. Pg. 30)
El asunto
es que por hecho de ser cristianos y de vez en cuanto ser asaltados por la
rabia, no es que seamos malos creyentes sino que es necesario—con la ayuda del
Señor Jesucristo—aprender a manejar nuestras emociones.
No podemos
permitir que las emociones negativas nos dominen... Es necesario pedir la ayuda
de Dios para vencer,,,
Dios
conoce nuestras luchas interiores
Si lo permitimos,
las emociones negativas que anidan en nuestra vida,
nos robarán la paz...
|
Cuando
aceptamos a Cristo como Señor y Salvador, emprendemos una nueva vida; sin
embargo, muchas heridas persisten en nuestro ser. Dios sabe que siguen ahí, y
que necesitamos ser sanados. Él quiere hacerlo. También sabe de las emociones
negativas que nos asaltan y por las que, en ocasiones, nos dejamos arrastrar.
Él nos ayuda en el proceso de manejar esas emociones y sentimientos. El Señor
también sabe que en ocasiones, nos dejamos arrastrar por emociones como la ira
o el rencor. ¿Acaso eso nos separa de Dios? Por supuesto que no. La razón es
sencilla: por la obra del Señor Jesús en la cruz, Él nos ve de otra manera.
Este punto
lo ilustra magistralmente el apóstol Pablo cuando escribe: “Pues la forma en que Dios nos hace justos
delante de él se basa en la fe.”(Filipenses 3: 10. Nueva Traducción Viviente)
Satanás es
muy hábil y nos hace sentir culpables, sin esperanza. No obstante, Dios quiere
que confiemos en Su perdón, que es ilimitado. Él nos ayuda en el proceso de
cambiar y crecer.
Es
precisamente Peter Scazzero quien lo define en términos sencillos: “Los seres
humanos tenemos sentimientos. El hecho de querer minimizarlos o negarlos,
significar distorsionar lo que implica ser portadores de la imagen de nuestro
Dios. En la medida en que no podemos expresar nuestras emociones, seguiremos
siendo incapaces de amar a Dios, a los otros y a nosotros mismos.” (Peter
Scazzero. “Espiritualidad emocionalmente sana”. Editorial Vida. EE.UU. 2008.
Pag. 31)
Recuerde
siempre que gracias a la obra redentora de Jesucristo, Dios nos ve a hora de
una manera distinta, a pesar de los errores que cometemos (Filipenses 3:9, 10)
Ahora Dios no es nuestro Juez sino el amoroso Padre que nos ayuda en el proceso
de cambio; sin embargo el hecho de que
Dios nos ame no debe ser pretexto para seguir pecando deliberadamente.
El
pasado quedó en el pasado
Cuando
vamos a Cristo Jesús, en procura de perdón, no sólo obtenemos el perdón sino
que todos los errores quedan en el pasado, sepultados en el olvido, como enseñan
las Escrituras: “¿Qué
Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su
heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El
volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y
echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. ”(Miqueas 7:18, 19. Reina
Valera 1960)
En todo el
proceso que estamos viviendo, es necesario que reconozcamos la necesidad
permanente de cambiar. La vida cristiana incluye transformación en nuestra forma
de pensar y de actuar (Romanos 12:2)
Tenga
presente que si la vida cristiana no incluye una profunda transformación en
nuestra forma de pensar y de actuar, no experimentaremos mayor avance en el
crecimiento personal y espiritual (Cf. Romanos 12:1, 2) ¿Por qué razón? Porque
si nuestra transformación es superficial, actuaremos pensando en el qué dirán.
¿Qué hacer? Es necesario vivir a Cristo como Él quiere que vivamos y no
conforme nosotros creemos que
debe ser (1 Corintios 14:40) En esencia, los cambios que experimentemos
deben ser profundos y permanentes y generar impacto sobre nuestra familia.
Es evidente
que el enemigo espiritual, Satanás, nos siembra temor en la vida cristiana y
nos hace pensar que es un compromiso muy grande; sin embargo, con ayuda de Dios
podemos vencer esos temores (Cf. Filipenses 4:6; Isaías 41:10)
Cada vez
que vengan esos pensamientos, que si lo permite lo encausarán a la derrota,
recuerde que Dios nos dio la capacidad
de experimentar sentimientos y emociones. El problema estriba en el mal manejo
que le damos a nuestra vida emocional (Cf. 2 Corintios 5.17)
Las
emociones y sentimientos que anidan en el corazón, debemos someterlas a Dios
(Jeremías 17:9) ¿Por qué razón? Porque nos asaltan emociones y sentimientos
negativos pero no podemos permitir que nos controlen (Efesios 4:26; Juan 3:3)
La única
forma de experimentar cambios reales y duraderos radica en ser fieles
seguidores de Jesucristo y dejar que obre en nosotros (Lucas 9:23) La decisión
de no actuar conforme a nuestra naturaleza pecaminosa, la que quiere gobernar
nuestras emociones negativas, es nada más que nuestra (Éxodo 20:13-16, Efesios
4:25)
Reviste la
mayor importancia que sometamos nuestras emociones en manos de Dios, para que
por la obra del Señor Jesús en nuestras vidas, experimentemos sanidad interior
y podamos avanzar en el proceso de crecimiento personal y espiritual. Todo
nuestro ser debe someterse a Aquél que nos conoce, sabe qué heridas emocionales
nos acompañan y la sanidad que debe obrar. Sólo así podemos disfrutar una vida
cristiana plena.
No podría
despedirme sin preguntarle: ¿Cristo Jesús mora en su corazón? Hoy es el día
oportuno para que lo reciba en su corazón y emprenda ese maravilloso proceso de
crecimiento personal y espiritual que por años ha anhelado. Con el poder de
Jesucristo puede lograrlo.
(Por Fernando Alexis Jiménez,
Estudios Bíblicos)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.