“¿Qué rey,
al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si
puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no
puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada [delegación] y
le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a
todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:31-33).
Una vez,
Enoc profetizó: “He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares”
(Judas 14). La Escritura dice que somos reyes y sacerdotes para el Señor, y
representamos estas decenas de millares que salen a pelear contra el ejército
de Satanás. Satanás está en guerra contra nosotros porque él nos aborrece grandemente
(ver Apocalipsis 12:17).
Debemos
estar preparados para lo que está viniendo. Debemos estar dispuestos a vivir
nuestros días en guerra espiritual, sabiendo que hay un río de iniquidad
dirigido hacia el pueblo de Dios. Si nos hemos determinado a asirnos de Cristo,
entonces necesitamos darnos cuenta de que somos invencibles en Cristo. Escrito
está: “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan
4:4). Dios dice que tenemos garantizada la victoria sobre todo el poder del enemigo;
¡contamos con todas las huestes del cielo peleando a nuestro favor!
Que Dios
nos dé más lucha de su Espíritu Santo para que cada uno de nosotros pueda
gritar al mundo y a todas las hordas del infierno: “¿Quién nos separará del
amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez,
o peligro, o espada?...Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la
vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:35,
37–39).
Este es el
clamor de batalla de aquéllos que tienen hambre de Jesús.
Todo hombre
o mujer de Dios se convertirá en un blanco de las armas malignas del infierno,
una vez que se comprometa a ser un sacrificio vivo para Cristo. Las hordas del
infierno serán soltadas contra aquél que ha determinado en su corazón caminar
en santidad de fe.
Satanás
afligirá y pondrá piedras en su camino, porque usted se ha vuelto una verdadera
amenaza para su programa de engaño. Usted puede renunciar a la batalla,
rendirse, retirarse y volverse un vagabundo insensible e infructuoso.
Respecto a
mí, he elegido resistir el complot del diablo, levantarme en fe y reasumir la
lucha, Satanás no puede mantener derribado a alguien que verdaderamente confía
en el Señor.
{David
Wilkerson, fallecido)
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