Leer | ROMANOS 1.14-15 | Aunque la
mayoría de los cristianos están muy familiarizados con el evangelio, muchos son
reacios a compartir su fe porque no se sienten capaces de explicarlo a otra
persona. Cuando nos falta confianza en nuestro conocimiento de la salvación por
medio de Jesucristo, el temor a las reacciones negativas o a las preguntas,
pueden impedirnos abrir la boca.
Pero recordemos que Dios nos
ha dado el mensaje más importante del mundo. Puesto que enfrentamos muchas
filosofías antibíblicas y a tanto engaño religioso, necesitamos tener claro el
evangelio, y ser capaces de presentarlo con confianza y denuedo. No podemos
dejar que el temor o la ignorancia nos impidan dar a un mundo perdido el único
mensaje que puede cambiar el destino eterno de una persona.
El apóstol Pablo recibía con
agrado cualquier oportunidad para hablar a la gente de Cristo, porque se
centraba en el poder transformador del evangelio, no en las reacciones negativas
que podía encontrar. A menudo, la razón por la que nos avergonzamos de hablar
de nuestra fe, es porque estamos preocupados por nosotros mismos. Pero si
prestamos atención a las personas que están en nuestro entorno, si expresamos
un interés sincero por ellas y si le pedimos a Dios que nos abra una puerta
para compartir nuestra fe, Él responderá nuestra oración.
Tendemos a interesarnos por
actividades que se desvanecen con el tiempo. Pero las almas son eternas y las
personas necesitan conocer al Salvador. Busque oportunidades para saber cómo
están. Cuando las necesidades de otras personas conmuevan su corazón, usted
estará deseoso de presentarles el evangelio.
Fuentes: En Contacto
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