LEA: Lucas
24:44-53 | El paganismo grecorromano en la época de Jesús enseñaba que las
acciones de los dioses en los cielos afectaban la Tierra. Si Zeus se enojaba,
lanzaba rayos. La antigua fórmula expresaba: «Abajo como arriba».
Sin
embargo, Jesús a veces invertía este concepto y enseñaba: Arriba como abajo. Un
creyente ora, y el cielo responde. Un pecador se arrepiente, y los ángeles se
regocijan. Una misión tiene éxito, y Dios es glorificado. Un creyente se
rebela, y el Espíritu Santo se entristece.
Creo en
estas cosas, pero de alguna manera, las olvido. Me olvido de que a Dios le
importan mis oraciones. Me olvido de que lo que decido hoy deleita o entristece
al Señor del universo. Me olvido de que estoy ayudando a mis prójimos a definir
su destino eterno.
Podemos
comunicar ahora mismo la buena noticia del amor de Dios que Jesús trajo a esta
Tierra. Ese fue el desafío del Señor a sus discípulos antes de ascender para
estar con su Padre (ver Mateo 28:18-20). Los que seguimos a Cristo actuamos
como una extensión de su encarnación y ministerio. Por esta razón, Él vino a
este mundo. Antes de partir, les declaró a sus discípulos que enviaría su
Espíritu desde arriba para que estuviera con ellos abajo (Lucas 24:48). No nos
dejó solos. Nos llena con su poder para que podamos tocar vidas aquí abajo y
producir un impacto eterno.
«Ascendiste
ante nuestros ojos, y al darnos vuelta entristecidos, te encontramos en nuestro
corazón». —San Agustín
(Nuestro
Pan Diario)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.