Fernando
Alexis Jiménez | Sí, era uno de los líderes de jóvenes más competentes,
dinámicos y creativos que he conocido. Guillermo era esa clase de líder
cristiano que muchos desean ser. Llegó bastante agitado un sábado al caer la
tarde, justo cuando nos aprestábamos a iniciar un servicio juvenil en la
Iglesia. “Dañé un auto con el casco protector”, me dijo, sin más. “Reconozco
que fue una locura, pero no me explico por qué reaccioné así”, explicó.
Venía algo
apurado para el templo, en su pequeña motocicleta, cuando alguien le cerró el
paso con su auto, en una avenida transitada. Logró arrimarse a la orilla. El
conductor del vehículo también se detuvo. Guillermo, sin pensarlo dos veces,
gritó unas cuantas palabrotas y se fue contra el carro con su caso. Golpeó
varias veces. Le hizo abolladuras en varias partes. Reparar los daños costaba
alrededor de 300 dólares…
Lucía, una
joven esposa, me refirió su reacción cuando sospechó que su esposo le era
infiel. Y lo sospechó porque halló varios registros de llamadas en el teléfono
celular de él. Simplemente decía: “Sandy”. Y ella dedujo que era la amante.
¿Qué hizo? Le destrozó la ropa, toda, con unas tijeras.
Días
después comprobó que Sandy era veinte años mayor que su marido, que atravesaba
por una situación difícil debido a una adicción oculta al alcohol y que, cada
vez que llamaba a su joven esposo, era para pedirle oración procurando
fortaleza del Señor Jesús para vencer la tentación de beber…
¿Reaccionó
airadamente, sin pensarlo, alguna vez?¿Causó daño u ofendió a alguien? Todos lo
hemos hecho. Muchas veces sin intención de dañar a nadie, pero hemos
reaccionado, y esas reacciones fueron insensatas. Cuando caímos en cuenta, ya
era tarde.
Cristo
comprende estas manifestaciones de nuestro temperamento sin control. Le refiero
una escena que describe el evangelista Lucas: “Cuando ya se acercaba el tiempo
en que Jesús había de subir al cielo, emprendió con valor su viaje a
Jerusalén. Envió por delante
mensajeros, que fueron a una aldea de Samaria para conseguirle
alojamiento; pero los samaritanos no
quisieron recibirlo, porque se daban cuenta de que se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron
esto, le dijeron: —Señor, ¿quieres que ordenemos que baje fuego del cielo, y
que acabe con ellos? Pero Jesús se
volvió y los reprendió. Luego se fueron
a otra aldea.”(Lucas 9:51-55. Versión Popular)
Todos
alguna vez, cuando no compartimos algo, deseamos vengarnos y actuamos
insensatamente hacia alguien. Procuramos pagarle con la misma moneda. Una
reacción sin medir las consecuencias. Y luego el arrepentimiento, cuando no
había mucho qué hacer.
Tal vez ha
herido a su cónyuge o a sus hijos. Está dañando su familia por no saber
controlarse. O quizá levantando una enorme barrera en sus relaciones con otras
personas. Pero hoy es el día de hacer un alto en el camino.
El Señor
Jesús conoce nuestras emociones sin control. Y desea ayudarnos en el proceso de
ser transformados. Basta que nos sometamos a Él. Nos permitirá tomar control,
medir cuidadosamente lo que vamos a hacer, no causar daño a otros con nuestra
forma de responder ante lo que consideramos una provocación.
Es tiempo
de cambiar, de dejar atrás ese temperamento desenfrenado que nos ha causado
tantos dolores de cabeza. No será fácil vencer en nuestras fuerzas, pero sí con
ayuda de Dios. Le invito para que tome la decisión de cambiar. Ábrale las
puertas de su corazón a Jesucristo. No se arrepentirá. Él desea ayudarnos en el
proceso de cambio y crecimiento personal y espiritual.
(Estudios
de Guerra espiritual)
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