Leer 1 Corintios 1:18 | Aunque el hombre no se preocupe mucho por
ello, lo que ocurrió en el Gólgota hace más de 2 mil años, cuando Jesucristo
fue crucificado, es el acontecimiento más importante de la historia de la
humanidad. Fue ahí donde Dios manifestó su gracia en favor de los pecadores,
juzgando a su Hijo en nuestro lugar. De esta obra cumplida en la cruz se
desprende toda bendición para el que la reconoce.
El apóstol Pablo tenía una profunda
convicción del valor de la cruz de Cristo, y su ardiente deseo era darla a
conocer. Debía proclamar todo el sentido y alcance del sacrificio de Cristo en
la cruz, sus maravillosas consecuencias para salvar perfectamente al hombre
pecador. Su predicación no se apoyaba en la seducción de la elocuencia ni en
los razonamientos de la sabiduría humana.
En efecto, el mensaje de la cruz no
tiene ese brillo exterior que agrada a los hombres. La sabiduría de Dios no da
una vana satisfacción a la curiosidad de la inteligencia, sino que se dirige a
la conciencia. Por eso el hombre que cuenta con su propia justicia o su propia
sabiduría considera como locura la predicación de la cruz. Si ésta es su
apreciación, escuche el terrible veredicto de Dios: “La palabra de la cruz es
locura a los que se pierden” (1ª Corintios 1:18).
Pero si usted reconoce la necesidad de
ser salvo porque sus faltas lo exponen a la condenación divina, si reconoce que
la cruz es su único medio de salvación porque Cristo expió los pecados de los
que creen en él, entonces, para usted, ella es “poder de Dios”.
(Amén, Amén)
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