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Colosenses 3:12-17 | Hace unos años, leí una poesía de George MacDonald,
titulada A Hidden Life [Una vida escondida]. Cuenta la historia de un joven
intelectualmente talentoso que prefirió volver a la granja de su familia para
estar con su padre anciano en vez de convertirse en un profesional prestigioso.
Allí se dedicó a lo que MacDonald denominó «tareas comunes y corrientes» y
«actividades simples de utilidad humana». Sus amigos se lamentaron porque
consideraban que estaba desperdiciando sus talentos.
Quizá tú
también sirvas en algún lugar desconocido, haciendo solamente cosas comunes, y
otros tal vez lo consideren un desperdicio. Pero Dios no desaprovecha nada.
Todo acto de amor hecho en su nombre tiene consecuencias eternas. Todo lugar,
por pequeño que sea, es terreno santo. La influencia va más allá de las
acciones y las palabras importantes. Puede ser un simple asunto de servicio
humano: acompañar, escuchar, comprender una necesidad, amar y orar. Esto
convierte el deber diario en adoración y servicio.
El apóstol
Pablo desafió a los colosenses: «Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de
hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús» y «de corazón, como para el
Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de
la herencia» (Colosenses 3:17, 23-24). Dios lo ve todo y se deleita en nuestro
servicio.
La manera
de lograr mucho para Cristo es servirle de todas las formas que podamos.
(Nuestro
Pan Diario)
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