Fernando
Alexis Jiménez | Aconteció alguna vez, una noche que no recuerdo si fue lunes o
viernes, cuando mi hijo llegó muy temprano a casa, después de la jornada
nocturna en la Universidad. Otro chico, por una trivialidad, literalmente lo
había tomado a golpes, en ese instinto primario que lleva a muchos a pensar que
es con puñetazos como se resuelven los problemas. Su rostro estaba visiblemente
herido.
Sentí
molestia, mucha, como sin duda todo padre cuando su chico ha sido vulnerado.
Mauricio es bastante alto y fornido, y quien lo agredió, más bajo. “¿Qué
hiciste?”, le pregunté. Si él es acuerpado y musculoso, pensé que el otro estaría
peor. “Nada, simplemente no me dejé llevar por la ira porque habría sido peor;
no hice nada”, me dijo con serenidad.
Él ha
aprendido cosas que le enseñado en estos años, pero esa noche recibí una
lección práctica de mi hijo sobre el perdón, no de palabra sino de corazón.
No podría
negar que estuve molesto, pero asumí la lección.
¿Quién dijo
que perdonar es fácil?
Y es que
perdonar no es fácil. Es bastante complejo. Sé que todos hemos enfrentado
momentos en los que creímos que perdonar iba a ser muy difícil. Tal vez usted
está atravesando por la misma situación. No se deje arrastrar por el rencor,
porque la situación será difícil para usted.
El autor
internacional, Don Gossete, escribió: “La falta de perdón es como un cáncer.
Comienza como una pequeña manchita dentro de nosotros; pero si se le permite
crecer, terminará como un enorme y repugnante tumor que inclusive detendrá el
crecimiento espiritual.” (Don Gosset. “Avenida Alabanza”. Editorial Vida. EEUU.
1998. Pg. 115)
Es evidente
que muchas personas alrededor están siendo carcomidas por el rencor, que es una
cárcel de la que viven presos por toda la vida.
Alguien una
vez se le acercó al Señor Jesús y le hizo una pregunta muy comprometedora:
“Luego Pedro se le acercó y preguntó: —Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a
alguien* que peca contra mí? ¿Siete
veces?”(Mateo 18:21. NTV)
Una
pregunta, insisto, bastante compleja porque todos hemos estado enfrentados a
situaciones en las que, lo más humano, era guardar resentimiento. Y sin duda
Pedro, que en algún momento vivió situaciones como esa, esperaba una
justificación.
¿Cuántas
veces el dolor nos ha hecho odiar?¿Nos hemos dejado llevar por la corriente del
odio con alguien que nos ofendió? Cito de nuevo a Don Gosset, al referirse a la
falta de perdón y sus consecuencias: “Piense que en casi todos los casos es la
persona que guarda rencor, cuya alma está llena de amargura, la que sufre la
pérdida mayor. He visto muchos casos como éste, en que las personas han
albergado el espíritu de falta de perdón, a tal punto que en verdad han
permitido que Satanás les haga estar físicamente enfermos.” (Don Gosset.
“Avenida Alabanza”. Editorial Vida. EEUU. 1998. Pg. 117)
La falta de
perdón nos lleva a situaciones inesperadas, como reacciones impulsivas que
agrandan el dolor, o tal vez, a perdernos la oportunidad de llevarnos bien con
otras personas. No solo llegamos a sentir rencor por otras personas cercanas,
sino en nuestra propia familia; esa es la razón por la cual debemos perdonar y
sembrar en nuestros hijos ese principio de vida: perdonar.
A la
pregunta de Pedro sobre cuántas veces perdonar, nuestro amado Salvador Jesús
dio una respuesta que nos mueve el piso aún hoy: “—No siete veces —respondió
Jesús—, sino setenta veces siete.”(Mateo 18:22. NTV)
La historia
sobre la agresión a mi hijo no solo es real sino que me confrontó con mis
propias emociones y sentimientos. Quizá en mis zapatos usted entendería el
alcance del asunto. Lo cierto es que ese día comprendí que perdonar no es fácil
en nuestras fuerzas sino en Su poder. Él es quien nos ayuda a encontrar paz
interior, para perdonar, y retomar el control de nuestra vida.
Hoy es el
día para que se abandone en manos del Señor Jesús y le pida la fuerza que
necesita para perdonar. Puedo asegurarle que lo logrará.
(Estudios de Guerras Espiritual)
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