LEA: Hechos
2:41-47 | La cerca que rodea el patio lateral de nuestra casa estaba un poco
vieja y rota; entonces, mi esposo Carl y yo decidimos que había que quitarla
antes de que se cayera. Fue bastante fácil desarmarla, así que, una tarde, lo
hicimos rápidamente.
Unas
semanas después, mientras Carl limpiaba el patio, una señora que estaba
paseando su perro se detuvo para dar su opinión: «Su patio luce muchísimo mejor
sin la cerca. Además, creo que las cercas no sirven para nada». Su explicación
fue que le gustaba lo «comunitario» y que no existieran barreras entre la
gente.
Aunque hay
buenas razones para tener cercas físicas, aislarnos de nuestros vecinos no es
una de ellas. Por eso, comprendí lo que sentía nuestra vecina sobre el concepto
de comunidad. La iglesia a la que asisto tiene grupos comunitarios que se reúnen
una vez por semana para fomentar las relaciones interpersonales y alentarnos
unos a otros en nuestro andar con Dios. La iglesia primitiva se reunía todos
los días en el templo (Hechos 2:44, 46). Sus miembros llegaron a tener un mismo
propósito y corazón al compartir en la comunión y la oración. Si enfrentaban
luchas, tenían compañeros que los ayudaban a levantarse (ver Eclesiastés 4:10).
El contacto
con la comunidad de creyentes es vital para nuestro andar cristiano. Una de las
maneras en que Dios ha escogido demostrarnos su amor es a través de las
relaciones interpersonales.
Todos
necesitamos la comunión entre creyentes para edificarnos y sostenernos.
(Nuestro
Pan Diario)
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