La fe
confía, transforma y vigoriza todo aquello que toca. De hecho, cada uno de
nosotros contiene un mecanismo de confianza. Ni siquiera tenemos que pensar en
poner nuestra confianza en las cosas que están dentro o más allá de nosotros.
Piense, por
ejemplo, en nuestra confianza en la ley de la gravedad, junto con las leyes de
la aerodinámica, que les permiten a los pilotos mantener sus aviones en el
aire. No necesito entender la física para confiar lo suficiente y volar a
destinos alejados. Simplemente confío en que funcionará. ¿Cómo llamamos a este
tipo de confianza constante y permanente en algo? La llamamos “fe”. Podemos
decir que tengo una confianza constante y total para viajar en avión. Tengo fe
en eso.
Podemos,
naturalmente, perder nuestra confianza. Pueden suceder desilusiones e incluso
desastres que comprueban que nuestra confianza y nuestra fe no garantizan el
éxito. En años anteriores, mi fe fue probada al haber pasado por varias
pruebas, retrocesos en mi propia salud y la pérdida de mi esposa, Michal Ann,
debido al cáncer de mama. Pero, en conclusión, confío en el Señor con todo mi
corazón y elijo no confiar en mi propia prudencia (Proverbios 3:5). He sido un
hombre de fe y continuaré viviendo con todo mi corazón para el Señor. Puedo
confiar todo lo que quiera en mis sentimientos, en mis circunstancias, en las
leyes de la física o en los demás seres humanos; pero el único tipo de fe con
una garantía añadida, es la fe en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
La fe en
Dios nos da la capacidad de creer en su palabra y de apropiárnosla para nuestra
vida. La fe, la cual viene después de arrepentirnos de nuestra autoconfianza,
no depende de la adquisición de información o de una experiencia previa, porque
se origina en nuestro corazón y en nuestro espíritu, en lugar de hacerlo en
nuestra mente. Por fe, permanecemos conectados con la Fuente de vida.
La Palabra
nos dice, por lo tanto, que “sin fe es imposible agradar a Dios; porque es
necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de
los que le buscan” (Hebreos 11:6). Como nuestro Padre amoroso, Dios desea
grandemente compartir su vida con nosotros. Sin fe, no podemos responder a su
invitación, la cual es otra manera de decir que sin fe, no podemos agradarle.
Sin fe, no tenemos los medios para responderle.
Podemos
creer y tener fe en Dios, por quien es Él. Su Palabra es verdadera y Él mismo
es totalmente incapaz de mentir. Él es digno de confianza en el sentido más
genuino de la palabra. Cualquiera que pone toda su confianza en Él, no será
decepcionado. ¡Eso nos incluye a usted y a mí!
—Tomado del
libro Un fe radical de James W. Goll. Una publicación de Casa Creación. Usado
con permiso.
Fuentes:
Vida Cristiana
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