LEA:
Romanos 13:11-14 | En una inspiradora charla sobre el discipulado cristiano,
Eunice McGarrahan declaró: «Un disfraz es algo que te pones, y simulas ser lo
que tal vestimenta representa. Por el contrario, un uniforme te recuerda que
eres exactamente lo que llevas puesto».
Su
comentario me hizo recordar el día que llegué al entrenamiento básico del
ejército, cuando nos dieron una caja y nos ordenaron que pusiéramos adentro
toda nuestra ropa de civil. La caja fue enviada por correo al domicilio
particular de cada uno. Después, nuestro uniforme nos recordaba que nos
habíamos incorporado a un período de entrenamiento disciplinado cuyo propósito
era cambiar nuestras actitudes y acciones.
El apóstol
Pablo les dijo a los seguidores de Jesús que vivían en Roma: «Desechemos, pues,
las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz» (Romanos 13:12).
A continuación, instruyó: «vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los
deseos de la carne» (v. 14). La meta de todo este desechar y vestirse es
obtener una nueva identidad y transformar la vida (v. 13).
Cuando
decidimos seguir a Cristo como Señor, Dios inicia el proceso de hacernos cada
día más semejantes a Él. No se trata de simular ser algo que no somos, sino de
convertirnos cada vez más en lo que sí somos en Cristo.
«El
discipulado es gratis… pero te costará la vida». —Dietrich Bonhoeffer
(Nuestro
Pan Diario)
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