LEA: Lucas
2:1-14 | Simón había emigrado de Holanda a los Estados Unidos, donde habían
nacido su esposa Kay y sus tres hijos. Allí, Jenny se casó con Roberto, de
Panamá; Bill con Vania, de Portugal; y Lucas con Bora, de Corea del Sur.
La víspera
de Navidad, cuando la familia se reunió para celebrar, empezaron a cantar
«Noche de Paz» en sus idiomas nativos; sin duda, un sonido agradable al oído
del Señor de la Tierra, mientras se celebraba el nacimiento de su Hijo.
Hace 2.000
años, el silencio de una noche tranquila cesó abruptamente cuando un ángel les
dijo a los pastores que había nacido un bebé: «No temáis; porque he aquí os doy
nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo» (Lucas 2:10). Después, una
multitud de ángeles empezó a alabar a Dios, exclamando: «¡Gloria a Dios en las
alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (v. 14).
¡Nació el Salvador del mundo, Cristo el Señor!
El regalo
de la gracia de Dios, su Hijo, que se anunció aquella noche de paz hace tanto
tiempo, todavía está a disposición de todos: «todo pueblo y nación» (Tito
2:11-14; Apocalipsis 5:9-10). «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eternal» (Juan 3:16).
El coro
celestial descendió para cantar cuando el Rey del cielo bajó para salvar.
(Nuestro
Pan Diario)
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