Leer | Juan
4.7-27 | Jesús dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14.9). Su
vida reveló claramente el carácter y la compasión de Dios para con las
personas. Analicemos la conversación que tuvo el Salvador con la mujer
samaritana y aprendamos acerca del amor de Dios y de su interés por nosotros.
• Jesús dio el primer paso. Para gran consternación de sus
discípulos, Jesús conversó con la mujer samaritana. En ese tiempo, los judíos
no tenían trato con los samaritanos; de hecho, evitaban viajar a través de su
región. Pero Dios no se rige por las reglas o los prejuicios de los hombres. Él
trae un mensaje de esperanza y vida nueva a todos los que escuchen y crean.
• Jesús conocía su sufrimiento y su angustia. La mujer debió haberse sentido
inútil, abandonada y despreciada después de que cinco esposos se divorciaran de
ella. Todos tenemos una carga emocional que nos agobia y nos causa sufrimiento.
Pero nuestro Padre celestial conoce tanto nuestro dolor como nuestra vergüenza.
• Jesús le brindó perdón y amor. Sacó fuera los detalles de su
situación sin condenarla, para que ella fuera receptiva a su oferta de perdón y
de una relación con Dios. Él entendía lo que ella necesitaba —sentirse amada,
valorada y aceptada— y sabía que la respuesta era una relación con Él.
Dios nos ve
hoy tan claramente como vio a la mujer samaritana. Conoce nuestras heridas, y
quiere sanarnos y restaurarnos. ¿No quisiera usted aceptar su amor? Sométase a
la obra transformadora del Espíritu Santo, para que pueda experimentar su
restauración.
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