LEA: Colosenses 1:21-23 | Mi esposa Martie es una excelente cocinera.
Después de un largo día, suelo anhelar el aroma de las especias que prometen un
sabroso festín. Ella no solo sabe cómo preparar una comida, sino que también
domina el arte de la presentación. Los colores de la comida en el plato, en una
armonía hermosamente distribuida de carne, arroz blanco esponjoso y vegetales
me invitan a sentarme y disfrutar de su obra.
Pero la comida no era tan atractiva antes de que Martie pusiera sus
manos en ella. La carne estaba cruda y fofa, el arroz era duro y quebradizo, y
las verduras necesitaban ser lavadas y cortadas.
Me recuerda la obra de gracia que Jesús hizo por nosotros. Soy bien
consciente de mi fragilidad y mi tendencia a pecar. Sé que en mi condición, no
puedo presentarme ante Dios. Sin embargo, cuando soy salvo, Jesús me convierte
en una nueva creación (2 Corintios 5:17). Me toma exactamente donde me
encuentro y me hace precisamente lo que debo ser: «[santo] y sin mancha e
[irreprensible] delante de él» (Colosenses 1:22). Me presenta ante nuestro
Padre como algo bello y digno de estar en su presencia.
¡Que su obra transformadora a nuestro favor nos estimule a vivir a la
altura de la presentación y a estar humildemente agradecidos a Cristo por su
obra consumada en nuestra vida!
Jesucristo nos toma de donde estamos y nos convierte en lo que debemos
ser.
(Nuestro Pan Diario)
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