LEA: Mateo
1:18-25 | Su presencia en la sala era evidente. Todos los demás estaban
vestidos de manera bastante formal, pero él tenía unos pantalones vaqueros, una
camiseta deportiva y una gorra desteñida. No pude evitar notarlo cuando hablé
aquel día a los estudiantes en un culto de un seminario de Bucarest, en
Rumania. No tengo idea de por qué no respetaba las normas de vestimenta del
seminario, pero sí recuerdo su nombre.
Cuando
terminó la reunión, se acercó para presentarse. Cuando le pregunté cómo se
llamaba, contestó: «Emanuel». Su respuesta me sorprendió y le pregunté si sabía
qué significaba. Desfachatadamente, respondió: «Sí, “¡Dios con nosotros!”».
He pensado
en aquel muchacho con frecuencia, y en cómo se levantó en medio de aquel grupo
de personas. Tal como Jesús vino a traer la presencia de Dios a nuestro mundo
—«Emanuel, […] Dios con nosotros» (Mateo 1:23)—, nosotros también somos
llamados a hacer lo mismo en nuestro entorno. Jesús lo dejó claro al expresar:
«Como me envió el Padre, así también yo os envío» (Juan 20:21).
Esta
Navidad, podemos regalar a otros la semejanza de Cristo a través de nuestra
vida. Cuando reflejamos al Dios que vive en nosotros, podemos diferenciarnos
del mundo, y esa diferencia puede bendecir a otros con la presencia
transformadora de su amor y su gracia.
El don de
la presencia de Dios a través de ti es tu regalo para el mundo.
(Nuestro
Pan Diario)
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