LEA: 1 Juan 1:1-7 | En la República Checa y en otros lugares, la
celebración de Navidad incluye Christingles: una naranja que simboliza el
mundo, con una vela colocada encima que representa a Cristo, la Luz del mundo.
Una cinta roja rodea la naranja, simbolizando la sangre de Jesús. A los
costados de la naranja, se ponen cuatro mondadientes con frutas secas clavados
en la cinta, en representación de los frutos de la Tierra.
Esta sencilla ayuda visual ejemplifica el propósito de la venida de
Cristo: traer luz en medio de la oscuridad y redimir mediante el derramamiento
de su sangre a un mundo perdido.
En su relato sobre la vida de Jesucristo, Juan lo describe como la Luz
del mundo: «Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este
mundo» (Juan 1:9). Cristo, la Luz, no vino solamente para penetrar la oscuridad
de este mundo, sino que Él es también «el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo» (v. 29).
¡Piénsalo! El bebé de Belén se convirtió en el Cristo vivo y resucitado
que nos ha rescatado de nuestro pecado. Por eso, Juan nos instruye a «[andar]
en luz, como él está en luz» (1 Juan 1:7). Que todos los que hemos sido
rescatados por Jesucristo encontremos en Él la paz de andar en su luz.
El Cristo recién nacido era y es la Luz del mundo y el Cordero de Dios.
(Nuestro Pan Diario)
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