Sabemos que
Jesús estaba tan lleno del amor de Dios que se entregó a sí mismo por las
necesidades de aquellos que luego se opusieron a Él. Cuando la gente pasaba
cerca de la cruz y lo injuriaban, y movían la cabeza y echaban suertes por sus
vestiduras, lo único que salió de su boca fue: “Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen” (Ver Lucas 23:34). ¡Este es el perfecto amor de Dios! Es
este amor perfeccionado el que nos capacita para hacer lo que estamos llamados
a hacer en esta generación: amar a los que nos odian, por el bien de sus almas.
Por otro
lado, el que teme no ha sido perfeccionado en el amor de Dios, es como el ciego
que fue tocado por Jesús y sin embargo, sólo veía a la gente como árboles que
caminaban.
“…[Jesús]
le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. El, mirando, dijo: Veo
los hombres como árboles, pero los veo que andan. Luego le puso otra vez las
manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos
y claramente a todos.” (Marcos 8:23-25).
Este hombre
ciego tenía solamente visión parcial y, del mismo modo, cuando tú y yo no
tenemos un corazón para ver a la gente como Dios las ve, nos vemos obligados a
retroceder por sus duras miradas y condescendencia. Sin embargo, cuando el
hombre estuvo dispuesto a ser tocado por el Señor por segunda vez, levantó los
ojos y de pronto vio claramente a todos los hombres.
Si estás
desesperado por ser un testigo de Jesucristo, si estás cansado de ser de una
forma en la iglesia, pero de otra forma afuera y si hay un clamor dentro de ti
que dice: “¡Dios, he tenido suficiente de esta falta de poder! No me importa quién
se ría de mí o piense que he perdido la razón, ¡Quiero Tu poder para ser capaz
de representar a Jesucristo!”. Entonces tengo buenas noticias para ti: Dios
está dispuesto a tocarte de nuevo, tal como lo hizo con ese hombre ciego.
Blog de
David Wilkerson, fallecido
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