LEA: 2 Corintios
9:6-15 | Durante la época de Navidad, una publicidad de televisión que me gusta
muestra a dos vecinos que compiten amigablemente para ver quién transmite mejor
el espíritu navideño. Cada uno mira con atención mientras el otro decora su
casa y los árboles con luces. Después, va mejorando su propiedad para que luzca
mejor que la del otro. A continuación, empiezan a competir sobre quién da
regalos entre los vecinos de manera más extravagante, corriendo alegremente
mientras los reparten.
El pueblo
de Dios no está compitiendo para ver quién da más, pero se nos llama a ser
«dadivosos, generosos» (1 Timoteo 6:18). El apóstol Pablo instruyó a la iglesia
de Corinto: «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por
necesidad, porque Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9:7).
Durante la
época navideña, mientras compartimos regalos con otras personas, recordemos
cuán generoso ha sido Dios con nosotros: nos dio a su Hijo. Ray Stedman afirmó:
«Jesús dejó de lado sus riquezas y entró como pobre en su creación, para
enriquecernos a todos por su gracia».
Ningún
regalo que demos podría competir nunca con la profusión del Señor. ¡Démosle
gracias por el don inefable de Jesús! (v. 15).
Ningún
regalo es mejor que Cristo mismo.
(Nuestro
Pan Diario)
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