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EFESIOS 6.10, 11 | Los ataques del enemigo contra nuestras mentes son sutiles.
Al observar cómo vivimos, puede determinar cuándo y dónde somos vulnerables.
Aunque no es omnisciente, sabe lo suficiente para actuar contra nosotros.
Por
ejemplo, dirige nuestra atención hacia algo que queremos, haciendo que nos
olvidemos de las muchas cosas maravillosas que nuestro Padre celestial ya nos
ha dado. Una vez que hemos reducido nuestro enfoque a aquello que deseamos,
Satanás interviene para satisfacer nuestro deseo con lo que él quiere que
tengamos —algo que al final nos alejará de Dios.
Al
observarnos, Satanás conoce los momentos y las situaciones cuando es más
probable que digamos sí a la tentación. Hará todo lo que esté en su poder para apartar
nuestras mentes del Señor, y nos distraerá aun durante nuestras oraciones.
Además, él entiende nuestra situación emocional y busca en nosotros el
cansancio, la soledad y otras vulnerabilidades que pueda explotar. Satanás nos
incita a “querer las cosas ya”, y trata de ocultar de nuestra vista las
consecuencias.
El enemigo
crea dudas en nuestras mentes para que dudemos de la verdad de la Palabra de
Dios, y nos sintamos inseguros de nuestra salvación. Después que surge la
incredulidad, como ocurrió con Adán y Eva (Gen 3.1-6), nuestra mente comenzará
a justificar nuestra conducta.
Aunque
podemos ser susceptibles a sus maquinaciones, no estamos indefensos contra
Satanás (2 Ti 1.7). Ya que nuestro Padre celestial nos protege, nuestro
Salvador intercede por nosotros, y el Espíritu Santo nos guía a la verdad.
“Resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Stg 4.7).
(En
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