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Pedro 1:1-9 | Mi amiga Linda creció planeando servir en la obra misionera como
médica. Ama al Señor y quería servirlo llevando el evangelio a enfermos en
lugares del mundo donde la asistencia médica es escasa. Pero Dios tenía otros
planes. Ella logró su objetivo, pero no como esperaba.
A los
catorce años, Linda contrajo una enfermedad crónica que la obligaba a
internarse varias veces al año para ser sometida a intervenciones quirúrgicas
delicadas. Sobrevivió a una meningitis bacteriana que la dejó en coma durante
dos semanas y ciega por seis meses. Dos años seguidos, celebró su cumpleaños
permaneciendo internada en el hospital. En varias ocasiones, pensaron que
moriría. No obstante, es la persona más entusiasta, agradecida y alegre que
puedas conocer. Una vez, me dijo que su campo misionero, como había planeado y
anhelado, es el hospital. Pero en vez de servir a Dios como médica, lo hace
como paciente. Al margen de cuán enferma esté, la luz del Señor irradia a
través de ella.
Linda
ejemplifica la enseñanza del apóstol Pedro, ya que, a pesar de sus pruebas, se
regocija, y la autenticidad de su fe da «alabanza, gloria y honra» a Jesucristo
(1 Pedro 1:6-7).
Escribe tus
planes con lápiz y recuerda que Dios tiene la goma de borrar.
(Nuestro
Pan diario)
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