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MATEO 7.13-27 | No hay nada que golpee tan profundamente a alguien como el
rechazo. El saber que alguien nos considera indignos, desagradables o
incompetentes, afecta la percepción que tenemos de nuestro propio valor. Un
trabajo reprobado o la pérdida de un empleo, son cosas que contaminan el
paisaje de nuestras vidas. Felizmente, la mayoría de nosotros podemos manejar
esta clase de situaciones, aunque la experiencia no es nada agradable.
La Biblia
habla de una clase diferente de rechazo, que es otro asunto completamente
diferente. Es difícil concebir el terror final que experimentarán quienes
rechazan la amorosa oferta de salvación de Dios. Oirán estas tres palabras
viniendo de la boca del Señor Jesús: “Apartaos de mí”. El Señor dice estas
palabras más de una vez en los Evangelios para anunciar el juicio final de los
desobedientes. Estas personas encontrarán su destino en la agonía de la
separación eterna de Dios.
Muchas
personas han tenido dificultad para aceptar la clara severidad de las palabras
de Jesús. No reconocen que este rechazo final es, en realidad, la respuesta
apropiada a la negativa del incrédulo de recibir la solución del Señor en
cuanto al problema del pecado de la humanidad. Sí, este rechazo es el final del
camino, un camino pavimentado con toda una vida de decisiones que dejaron a
Dios fuera.
Cada
decisión de actuar de modo independiente, es una decisión de aceptar el
veredicto final del Salvador. O, como lo expresó G. K. Chesterton: “El infierno
es el gran cumplido de Dios a la realidad de la libertad humana, y a la
dignidad de la elección humana”.
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