LEA: Salmo
38:1-15 | A Albert Einstein se lo oyó decir: «Solo dos cosas son infinitas, el
universo y la estupidez humana, y no tengo ninguna duda sobre esta última».
Lamentablemente, parece que con suma frecuencia no hay límite para nuestra
necedad… o para el daño que hacemos con nuestra insensatez y las decisiones que
genera.
Una etapa
de remordimiento de esta clase llevó a David a expresar en el Salmo 38 su lucha
y su queja a Dios. Mientras describía sus fracasos, así como las consecuencias
dolorosas que padecía a causa de ellos, el pastor y rey hizo una profunda
reflexión: «Mis llagas hieden y supuran. A causa de mi necedad,…» (v. 5
lbla).Aunque el salmista no da detalles sobre sus decisiones ni sus heridas en
creciente deterioro, una cosa está clara: David reconocía que su necedad era la
raíz del problema.
La
respuesta a tal insensatez destructiva es abrazar la sabiduría de Dios.
Proverbios 9:10 nos recuerda: «El principio de la sabiduría es el temor del
Señor, y el conocimiento del Santo es inteligencia». Solo si permitimos que
Dios nos transforme, podremos evitar las decisiones insensatas que causan
tantos problemas. Su guía amorosa nos llevará a seguir el sendero de la
sabiduría que agrada a Dios.
Dios da
sabiduría a quienes se la piden humildemente.
(Nuestro
Pan Diario)
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