LEA: Juan
4:7-14 | Las personas que visitan
Colorado, en Estados Unidos, suelen deshidratarse sin darse cuenta. El clima
seco y el sol intenso, especialmente en las montañas, pueden disminuir de
inmediato los fluidos corporales. Por eso, muchos mapas de turismo y carteles
instan a beber mucha agua.
En la
Biblia, el agua se utiliza con frecuencia como símbolo de Jesús, el agua viva
que satisface nuestras necesidades más profundas. Por lo tanto, es sumamente
apropiado que una de las conversaciones más memorables del Señor tuviera lugar
junto a un pozo de agua (Juan 4:1-42). Comienza con Jesús pidiéndole de beber a
una mujer samaritana (v. 7), y rápidamente surge una charla sobre otro tema,
cuando Él le dijo: «Cualquiera que bebiere de esta agua [física], volverá a
tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás;
sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para
vida eterna» (vv. 13-14).
Como
resultado de esta conversación, la mujer y muchas personas de la aldea donde
ella vivía creyeron que Jesús era «el Salvador del mundo, el Cristo» (v. 42).
No podemos
vivir sin agua. Y tampoco podemos vivir de verdad ahora ni en la eternidad sin
el agua viva que recibimos al aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador. Hoy
mismo podemos beber de su agua vivificadora.
Solamente
Jesús, el agua viva, puede satisfacer la sed del alma.
(Nuestro
Pan Diario)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.