Leer | JUAN
3.16-18 | Imagine un río crecido por la
lluvia y corriendo sobre las rocas. Usted ha caído en esa agua sucia y no puede
luchar contra la corriente por mucho tiempo. Su cabeza se hunde dos veces y
emerge escupiendo después de haber tragado algo de la suciedad. Una tercera
sumergida podría matarlo. Pero de repente, desde la orilla, alguien le lanza un
chaleco salvavidas, que flota frente a su pecho. ¿Lo tomaría?
La
respuesta parece obvia —¡por supuesto que sí! Pero muchísimas personas que se
están ahogando en la vertiginosa corriente del mundo, se niegan a asirse del
salvavidas espiritual: Jesucristo. Él murió en la cruz por toda la humanidad,
pero las personas tienen una responsabilidad en la salvación. La persona tiene
que reconocer su impotencia y confesar la necesidad que tiene de Cristo. Eso
significa que el creyente nuevo acepta el sacrificio de Cristo como verdadero y
personal, creyendo de corazón que no hay otra manera de ser salvo.
No es
necesario entender todo acerca de la fe y la Biblia para ser salvo; Dios se
asegurará de que sus hijos aprendan del Espíritu Santo cualquier cosa que
necesiten saber. Pero es muy importante entender que no podemos salvarnos a
nosotros mismos.
¿Puede
usted recordar cuándo recibió a Jesucristo como su Salvador? Dios le está llamando,
anhelando que usted reconozca su necesidad de Él, y que le pida que le rescate
del pecado. Él es fiel, y le responderá salvándole y limpiándole.
Dios le
está ofreciendo un salvavidas y esperando sacarle a la seguridad eterna. La
decisión es suya. ¿Escogerá a Cristo y la vida eterna?
(En
Contacto)
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