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MATEO 16.24-27 | “Señor, si me amas, ¿por qué sufro?” Muchos creyentes hacen
esta pregunta en sus horas más oscuras de adversidad. Aunque el dolor toma
formas diferentes y tiene duraciones distintas, el sufrimiento viene siempre
con un objetivo mayor que nuestra comodidad, nuestro placer o nuestras metas
personales. Si buscamos el propósito del Señor para el dolor, descubriremos
tanto su paz como su profundo amor por nosotros.
El dolor instruye. La suficiencia de Cristo es más evidente en
tiempos de sufrimiento que en medio de la bendición. Descubrir la fiel
provisión de Dios fortalece nuestra firme decisión de sufrir sin quejarnos.
El dolor purifica. La fe fingida no puede resistir la adversidad.
Como el oro en el fuego purificador, el sufrimiento elimina las impurezas hasta
que solo las cosas de valor permanecen. Las pruebas ponen de relieve la verdad
sobre el mundo en que vivimos, la naturaleza de las personas con quienes
tenemos contacto, y el valor incomparable de nuestro Padre celestial.
El dolor motiva. ¿Cuántas veces hemos escuchado el testimonio
de personas que encontraron al Señor en su peor prueba? Por su sabiduría, el
Señor sabe si necesitamos bendición o aflicción.
El dolor acerca a Dios. Correr a los brazos del Señor nos
garantiza el consuelo que está disponible solo por medio de una relación
estrecha con el Padre celestial.
Tener una
vida fácil no nos hace acreedores de recompensas. Aunque nuestro instinto es
evitar el dolor, el sufrimiento nos ayuda a encontrar intimidad con Dios y el
gran propósito que Él tiene para nuestra vida.
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