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Lucas 8.22-25 | Jesús prometió darnos su paz (Jn 14.27), la misma que le
permitió mantenerse dormido durante una feroz tormenta. Sin esa paz, seríamos
como los discípulos que se sintieron perdidos y asustados. Pero con ella,
tendremos serenidad interior en medio de la tormenta.
Para tener la paz del Señor, debemos cumplir
ciertos requisitos. El primero es recibir al Señor Jesús como nuestro Salvador
personal. Antes de ser salvos éramos, por naturaleza, contrarios a Dios. Pero
nuestra redención nos cambió. La Biblia dice que ahora tenemos paz con Él (Ro
5.10) y somos miembros de su familia, en vez de ser sus enemigos. El temor a la
muerte —una de las razones por las que carecemos de paz— desaparece cuando
conocemos la gloriosa verdad de que pasaremos la eternidad con Dios.
Creer en la soberanía del Señor es la segunda
condición para tener un corazón tranquilo. En este mundo aquejado de problemas,
la seguridad personal es una gran preocupación. Para combatir el temor, debemos
confiar en que Dios está en control de todas las cosas.
La tercera cosa que debemos hacer es entender
que Dios conoce nuestras necesidades, y que ha prometido ocuparse de ellas (Fil
4.19). Él es un Padre que se deleita en dar cosas buenas a sus hijos. Es
posible que no recibamos todo lo que queremos, pero nos dará lo que sea
necesario para llevar a cabo su plan para nosotros.
Una vez que hayamos recibido a Cristo como
nuestro Salvador, el Espíritu Santo nos recordará que nuestro futuro está
asegurado, y que nuestro amoroso y soberano Dios se encargará de que tengamos
todo lo que necesitamos.
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