LEA: Mateo
16:13-20 | Scott, mi hermano menor, nació cuando yo estaba en el último año de
la escuela secundaria. Esta diferencia de edad generó una situación interesante
cuando llegó el momento de que él fuera a la universidad.
Nuestra
mamá y yo lo acompañamos cuando viajó por primera vez a conocer las
instalaciones donde se quedaría. Cuando llegamos, la gente pensó que éramos el
padre y la abuela de Scott Crowder. Al final, nos cansamos de explicar que no
era así. Independientemente de lo que dijéramos o hiciéramos, los vínculos
correctos eran dejados de lado por este cómico caso de identidad equivocada.
Jesús les
preguntó a los fariseos sobre su identidad: «¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién
es hijo? Le dijeron: De David» (Mateo 22:42). La identidad del Mesías era un
asunto crucial, y la respuesta de ellos fue correcta, pero incompleta. Las
Escrituras afirmaban que el Mesías vendría y reinaría sobre el trono de su
padre David, pero Jesús les recordó que, si bien David sería antepasado de
Cristo, también sería algo más, ya que David lo trató de «Señor».
Frente a
una pregunta similar, Pedro respondió acertadamente: «Tú eres el Cristo, el
Hijo del Dios viviente» (Mateo 16:16). Aún hoy, la pregunta sobre la identidad
de Jesús es más importante que todas las demás, y es de relevancia eterna que
no cometamos ningún error al entender quién es Él.
No hay
error más peligroso que confundir la identidad de Jesús.
(Nuestro
Pan Diario)
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