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Deuteronomio 10:12-22 | La vida de Dietrich Bonhoeffer corría peligro cada día
que permanecía en la Alemania de Hitler, pero, de todos modos, se quedó.
Supongo que, al igual que el apóstol Pablo, anhelaba estar en el cielo, pero
sabía que seguir donde estaba era el propósito de Dios en ese momento
(Filipenses 1:21). Por eso, no se fue, y como pastor, lideró reuniones
subterráneas y se opuso al régimen perverso de Hitler.
A pesar del
peligro diario, Bonhoeffer escribió Vida comunitaria, un libro sobre el
ministerio de la hospitalidad. Puso a prueba sus principios mientras vivió y
trabajó en un monasterio, y cuando estuvo preso. Pensaba que toda comida, tarea
y conversación eran una oportunidad de mostrar a Cristo a los demás, aun bajo
una gran tensión o estrés.
En
Deuteronomio, leemos que así como Dios se ocupó de los israelitas que dejaban
Egipto, les ordenó que lo imitaran amando y hospedando a los extranjeros y a
las viudas (10:18-19; Éxodo 22:21-22). Nosotros también somos receptores del
amor de Dios y su Espíritu nos da poder para que lo sirvamos ministrando a
otros de innumerables maneras, todos los días, mediante palabras y acciones
bondadosas.
En nuestro
diario andar, ¿hay alguien que parezca solitario o perdido? Podemos confiar en
que el Señor nos capacitará para transmitirle esperanza y compasión mientras
vivimos y trabajamos juntos para Él.
Entender el
amor de Dios hacia nosotros nos permite amar más a los demás.
(Nuestro
Pan Diario)
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