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Pedro 3:8-17 | Mientras viajaba en un tren, pocos años después de la guerra
civil en los Estados Unidos, el general Lew Wallace se encontró accidentalmente
con un colega del ejército, el coronel Robert Ingersoll. Este era uno de los
agnósticos más notorios del siglo xix, y Wallace era un hombre de fe.
Cuando la
conversación entre ambos se centró en sus diferencias espirituales, el general
se dio cuenta de que era incapaz de responder a las preguntas y las dudas del
coronel. Avergonzado por su falta de conocimiento sobre su fe, Wallace empezó a
escudriñar las Escrituras para hallar las respuestas. El resultado fue su
exposición de la persona del Salvador en su clásica novela histórica Ben Hur:
Una historia del Cristo.
Las
preguntas inquisitivas de los escépticos no tienen que ser una amenaza para
nuestra fe, sino que deben motivarnos a estudiar más y a prepararnos para
responder con sabiduría y amor a quienes cuestionen nuestra fe. El apóstol
Pedro nos instó a buscar la sabiduría de Dios en las Escrituras, al escribir:
«estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia
ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros» (1 Pedro
3:15).
No es
necesario que tengamos una respuesta para todas las preguntas, pero sí
precisamos coraje, confianza y convicción para hablar de nuestro amor a Cristo
y de la esperanza que tenemos.
Cristo es
la respuesta final a las preguntas más importantes de la vida.
(Nuestro
Pan Diario)
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