Leer | Juan
12.23-27 | Todos sabemos que Jesús
marchó al Calvario, pero ¿sabía usted que los creyentes también marchamos a la
cruz? Todos hemos sido crucificados con Cristo, pero los que tienen hambre de
Él participan de una experiencia más profunda de esta realidad. Jesús toma
amorosamente sus manos y les guía a la cruz. Aunque este es el último lugar
adonde cualquier persona quisiera ir, es la única manera de ser partícipes de
lo mejor que tiene Dios para nuestras vidas.
El camino a la cruz no es uno que usted hace
con su familia o sus amigos. Es un viaje solitario con el Señor Jesús. Él le
quita todas las personas y todo de lo cual ha dependido para que aprenda a
confiar solamente en Él. Mientras estamos en la cruz, Él quita las capas de las
mentiras que hemos creído hasta que comenzamos a vernos a nosotros mismos como
Él nos ve. Pronto nuestro egocentrismo, insuficiencia y fracasos son puestos al
desnudo.
La cruz nos quebranta para que demos fruto. Si
nos aferramos a nuestras vidas, y nos negamos a hacer este recorrido, seremos
como un grano de trigo que nunca es sembrado y jamás germina. Pero quienes
estén dispuestos a morir a sí mismos producirán abundante fruto espiritual. La
única manera en que Cristo puede vivir por medio de nosotros es permitiéndole
que nos crucifique.
Dios no quiere que usted esté satisfecho con
solamente su salvación. Hay mucho más que desea darle y llevar a cabo por medio
de usted. ¿Está dispuesto a marchar a la cruz con Él? Sí, es doloroso, pero las
recompensas en esta vida y en la eternidad superan con creces cualquier
sufrimiento que usted experimentará.
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