viernes, 11 de abril de 2014

La marcha del creyente a la cruz


Leer | Juan 12.23-27  | Todos sabemos que Jesús marchó al Calvario, pero ¿sabía usted que los creyentes también marchamos a la cruz? Todos hemos sido crucificados con Cristo, pero los que tienen hambre de Él participan de una experiencia más profunda de esta realidad. Jesús toma amorosamente sus manos y les guía a la cruz. Aunque este es el último lugar adonde cualquier persona quisiera ir, es la única manera de ser partícipes de lo mejor que tiene Dios para nuestras vidas.

  El camino a la cruz no es uno que usted hace con su familia o sus amigos. Es un viaje solitario con el Señor Jesús. Él le quita todas las personas y todo de lo cual ha dependido para que aprenda a confiar solamente en Él. Mientras estamos en la cruz, Él quita las capas de las mentiras que hemos creído hasta que comenzamos a vernos a nosotros mismos como Él nos ve. Pronto nuestro egocentrismo, insuficiencia y fracasos son puestos al desnudo.


 La cruz nos quebranta para que demos fruto. Si nos aferramos a nuestras vidas, y nos negamos a hacer este recorrido, seremos como un grano de trigo que nunca es sembrado y jamás germina. Pero quienes estén dispuestos a morir a sí mismos producirán abundante fruto espiritual. La única manera en que Cristo puede vivir por medio de nosotros es permitiéndole que nos crucifique.

 Dios no quiere que usted esté satisfecho con solamente su salvación. Hay mucho más que desea darle y llevar a cabo por medio de usted. ¿Está dispuesto a marchar a la cruz con Él? Sí, es doloroso, pero las recompensas en esta vida y en la eternidad superan con creces cualquier sufrimiento que usted experimentará.


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