LEA: Salmo
29 | Un día, mi nieta Katie, de tres años, sorprendió a sus padres con un toque
de sabiduría teológica. Les dijo: «Ustedes dos tuvieron hermanas que murieron.
Entonces, Dios las llevó al cielo para que estuvieran con Él. ¡Qué Dios tan
poderoso!».
El poder
ilimitado del Señor es un misterio; sin embargo, es lo suficientemente sencillo
como para que un niño lo entienda. En su manera infantil de pensar, Katie sabía
que si Dios podía hacer algo tan milagroso, eso significaba que era poderoso.
Sin entender todos los detalles, comprendía que el Señor había hecho algo
maravilloso al llevar a sus dos tías al cielo.
¿Con cuánta
frecuencia nos detenemos en nuestro mundo más sofisticado y nos maravillamos
pensando: ¡Qué Dios tan poderoso!? Probablemente, no tanto como deberíamos. No
podemos saber cómo hizo Dios para que el cosmos existiera tras ordenarlo con su
voz (Job 38–39; Salmo 33:9; Hebreos 11:3) ni cómo lo controla (Nehemías 9:6).
Somos incapaces de entender cómo planeó y cumplió la encarnación de Jesús ni
cómo hizo que su sacrificio en la cruz bastara para darnos salvación. Pero sí
sabemos que estas cosas son ciertas.
El poder de
Dios: maravilloso sin medida, y al mismo tiempo, lo suficientemente claro como
para que lo entendamos. Este es otro motivo para alabarlo.
«Todo lo
que Dios hace se caracteriza por la sencillez y el poder». —Tertuliano
(Nuestro
Pan Diario)
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