LEA: Juan
1:6-14 | Descubrí que administrar un acuario de agua salada no es tarea fácil.
Tenía que utilizar un laboratorio químico portátil para monitorear los niveles
de nitrato y el contenido de cloro. Agregaba vitaminas, antibióticos, sulfato y
enzimas. Filtraba el agua a través de fibra de vidrio y carbón.
Tal vez
pienses que mis peces estaban agradecidos, pero no es así. Cuando mi sombra se
asomaba encima del tanque para alimentarlos, se sumergían para esconderse en el
caparazón más cercano. Yo era demasiado grande para ellos; no comprendían mi
proceder. No sabían que mis actos eran misericordiosos. Modificar su percepción
hubiese requerido alguna forma de encarnación: tendría que haberme convertido
en pez y «hablar» con ellos de alguna manera que pudieran entender, lo cual era
imposible.
Según las
Escrituras, Dios, el Creador del universo, hizo algo que parece imposible.
Descendió a la Tierra en forma humana, como un bebé. Juan declara: «el mundo
por él fue hecho; pero el mundo no le conoció» (1:10). Por eso, Él, que creó la
materia, tomó forma dentro de ella, tal como un escritor podría convertirse en
un personaje dentro su propia obra. El Señor escribió una historia, con
personajes reales, en las páginas de la historia verdadera. «Y aquel Verbo fue
hecho carne, y habitó entre nosotros» (v. 14).
Dios entró
en la historia humana para ofrecernos el regalo de la vida eterna.
(Nuestro
Pan Diario)
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