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Mateo 16.21 | En la historia de la Pascua, el Sábado de Gloria normalmente se
desperdicia. Sin embargo, los días e incluso los pocos años que le precedieron
estuvieron llenos de acontecimientos y de palabras sorprendentes.
Si se
hubiera tratado de una sinfonía, ésta habría aumentado a un resonante pero
horrible crescendo: el arresto y el juicio, los azotes y la crucifixión; la agonía
en la cruz; la muerte; el día transformándose en la más absoluta oscuridad; la
tierra sacudiéndose como si fuera a partirse; el desgarramiento del velo en
dos... Y luego, al igual que la famosa pausa en el Mesías de Handel, todo se
detiene completamente. Jesús es sepultado —y todo ha terminado.
Al no estar
ya Jesús, los discípulos se quedaron únicamente con su recuerdo y sus palabras,
ninguno de los cuales parecían estar afectándoles, pues se escondieron
temerosos ese sábado, teniendo poca fe en lo que Él había prometido. Los
discípulos habían trazado su propia imagen de lo que se suponía que debía ser
el Mesías.
¿Cuántos de
nosotros; los creyentes, vivimos con una mentalidad de sábado —en algún punto
entre la verdad de la vida terrenal de Jesús, y la resurrección gloriosa que
validó todo lo que Él dijo e hizo? Es fácil quedarse perplejos ante el temor de
los discípulos y su falta de fe, pero ¿somos nosotros, en realidad, muy
diferentes a ellos? ¿Tenemos nuestros propios planes para Dios? ¿Creemos convenientemente
que lo mejor para nosotros es que Dios y todos los demás hagan lo que
esperamos?
¿Se inclina
usted a decir palabras que transmiten cada vez más falta de esperanza? ¿Son
palabras de desánimo, pesimismo, condenación —tal vez incluso de desesperación?
Delante de
quienes vivimos con una mentalidad así hay dos opciones. O bien intentamos
inútilmente hacer las cosas a nuestra manera, o bien volvemos a enfocarnos en
la verdad de lo que Dios nos ha dicho: la verdad acerca de sí mismo, y la
verdad sobre nosotros; la verdad en cuanto a lo que Él nos ha pedido que
hagamos en la desilusión del “sábado”.
Los
discípulos no habían recibido todavía el Espíritu Santo, pero nosotros lo
tenemos ahora por completo. Ellos no tenían la abundancia de la Palabra de
Dios, pero nosotros la tenemos toda al alcance inmediato. Ellos estaban
viviendo del otro lado de la resurrección, y nosotros la vivimos en su
realidad.
Porque la
verdad es que la música se reanudará. ¡El domingo viene!
¡Qué sábado
tan maravilloso se nos ha dado!
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