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Mateo 5.13 | A todos nos gustaría ser recordados como personas que dejaron una
huella buena y duradera en las vidas de los demás. El problema es que tendemos
a ser tan egocéntricos, que pocas veces impactamos positivamente a quienes
están más cerca de nosotros.
Nuestro
éxito en influenciar las vidas de los demás, dependerá de nuestra condición
espiritual. Pues lo que le interesa a nuestro Padre celestial, es el impacto
espiritual que tengamos sobre otros.
Para
ilustrar la influencia que debemos tener en los demás, el Señor Jesús utilizó
el ejemplo de la sal, un producto casero familiar que altera a todo lo que
toca. El Señor enseñó que la sal debe mantener su pureza e integridad para
tener un efecto duradero. De la misma manera, nosotros debemos conservar nuestra
pureza amando las cosas de Dios, en vez de amar las cosas de este mundo (1 Jn
2.15). Para que así, cuando las personas vean nuestras vidas transformadas,
sean influenciadas poderosamente.
La sal da
gusto a la comida y la preserva. Cuando la rociamos sobre algo sin sabor, la
comida se vuelve mucho más agradable. De la misma manera, estamos llamados a
dar sabor a las vidas de las personas que nos rodean, utilizando nuestras
acciones y nuestras palabras para dirigir su atención a Cristo. La sal no se
transforma a sí misma. Ella mejora solo lo desabrido o carente de sabor
verdadero.
Nunca
olvide que usted tiene la capacidad de influenciar a los demás, ya sea para
bien o para mal. Puesto que somos seguidores de Cristo, nuestra tarea es dar
sabor al mundo, de modo que sea impactado de maneras positivas que honren a
Dios.
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