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Nehemías 9:7-21 | Santi decidió seguir a Cristo a los diez años. Quince años
después, su compromiso se había desvanecido. Había adoptado una filosofía de
vivir solamente el momento y desarrollado malos hábitos. Al cabo de un tiempo,
todo parecía caerse a pedazos: tuvo problemas en el trabajo y tres miembros de
su familia murieron casi simultáneamente.
Temores y
dudas comenzaron a invadir a Santi, y nada parecía ayudar… hasta que un día,
leyó el Salmo 121:2: «Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la
tierra». Estas palabras penetraron el temor y la confusión de su corazón.
Recurrió a Dios en busca de ayuda, y el Señor lo recibió con agrado.
La travesía
espiritual de Santi me recuerda la antigua historia de Israel. Los israelitas
tenían una relación singular con Dios: eran su pueblo escogido (Nehemías
9:1-15). No obstante, pasaron muchos años en rebeldía e ignorando la bondad del
Señor, y alejándose para seguir sus propios caminos (vv. 16-21). Sin embargo,
cuando se volvieron a Él y se arrepintieron, Dios se mostró perdonador,
«clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia» (v. 17).
Estas
cualidades divinas nos animan a acercarnos al Señor… aun después de habernos
alejado de Él. Cuando humildemente abandonamos nuestras conductas rebeldes y
volvemos a consagrarnos a sus caminos, Dios muestra compasión y nos recibe con
agrado de regreso a la comunión con Él.
Los brazos
acogedores de Dios están siempre abiertos.
(Nuestro
Pan Diario)
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