LEA: Salmo
119:89-93 | Jim Davidson estaba escalando el Monte Rainier, cuando cayó por un
puente de nieve en una grieta oscura y helada de un glaciar. Mientras estaba
allí herido y ensangrentado, reflexionó sobre su niñez y recordó que su padre
solía recordarle que podía lograr grandes cosas si se esforzaba en medio de la
adversidad.
Esas
palabras lo ayudaron a soportar durante las cinco horas siguientes en que trepó
por la pared de esa cueva oscura de hielo, con muy pocos elementos y bajo
circunstancias extremadamente difíciles, hasta llegar a un lugar seguro.
Al parecer,
el salmista salió de su grieta de aflicción y angustia recordando las palabras
de su Padre celestial. Reconoció que si Dios y su Palabra no lo hubieran
sostenido, habría muerto en su dolor (Salmo 119:92). Expresó una confianza
plena en la Palabra eterna de Dios (v. 89) y en su fidelidad (v. 90). Como
resultado de esta fidelidad, el salmista se comprometió a no olvidar nunca lo que
Dios le había dicho, ya que había sido esencial para rescatar su vida y darle
fuerzas.
En los
momentos oscuros de aflicción, nuestra alma puede ser vivificada por nuestro
Padre celestial, al recordar y llenar nuestra mente con sus palabras
alentadoras.
Recordar
las palabras de Dios vivifica nuestra alma.
(Nuestro
Pan Diario)
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