Aprender a
tomarse las cosas a risa es un ejercicio muy serio que a veces conlleva un
aprendizaje muy largo. Para ayudarnos a ello en el mundo de la arquitectura ha
llegado para quedarse Satán es mi señor, la mejor y más punzante crítica a la
arquitectura que nos rodea y a la que con gran mordacidad pero no menos
acierto, el autor del blog Vicisitud y Sordidez ha dedicado sus entradas
dedicadas a los desmanes que se perpetran en nombre del adorado hormigón y las
formas cúbicas.
Resulta que cuando me las enviaron para
leerlas pensé que se trataba del típico pataleo injustificado para llegar a la
carcajada burlona, pero leyendo se da uno cuenta de que su autor ha sido muy
cuidadoso y desde luego en muchos de sus dardos no falta el motivo. Satán es el
hormigón, satán es la pantomima formal, satán nos rodea y al menor descuido nos
posee haciendonos hablar en idiomas desconocidos y olvidados, el brutalismo, la
arquitectura internacional, el modernismo, la adoración a la Bauhaus y otras
antiguas deidades. Satán toma la forma del Corbu y nos hace entregar nuestra
alma al PAU, gritemos juntos ¡Satán es nuestro señor!
Abundando
en la nueva religión que estos post de arquitectura han iniciado, llega la
página de facebook Satán es mi señor, donde en un grupo abierto cada cofrade o
seguidor del “Vajísimo” puede publicar las manifestaciones hormigónicas en
forma de “adifisio” de la deidad infernal al que por supuesto los
“arjhitecktos” adoramos. Os lo recomiendo decididamente.
Uno de los
pecados capitales de la crítica de la arquitectura es sin duda lo selectivo de
la misma. Todo el mundo puede ser crítico de cine o literario. Todo el mundo
parece tener la varita de sus gustos en música. Pero la arquitectura, como
antes pasó con la escultura o la pintura, parece haber querido entrar desde
hace mucho en ese reducido grupo de artes, a las que solo se puede criticar
desde un púlpito de erudición que la aleja de la ciudadanía, y solo los
iniciados en los antiguos ritos parecen haber sido instruidos para poder hablar
en el olvidado y complejo lenguaje del jarckitesto. Iniciativas como éstas son
un “zas en toda la boca” que deben servir a más de uno para comprender que al
ciudadano una estatua o un cuadro no puede cambiarles la vida, pero un edificio
o una actuación urbanística sin duda sí.
Nota del
arquitectador: Mientras llega una nueva forma de hacer arquitectura -que
llegará- es bueno que todos podamos aprender a criticar aquello que no nos
guste, pero confieso que es mucho mejor cuando te saca la carcajada. Eso sí, yo
lo leo a escondidas mirando de reojo por encima de mi hombro, no vaya a verme
disfrutar con ésto algún compañero de profesión y sea excomulgado de las
antiguas religiones por hereje.
(20 Minutos.es)
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