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Romanos 13:1-10 | Mi esposo y yo vivimos en una zona rural rodeada de granjas,
donde este dicho es popular: «Si hoy comes, dale gracias a un granjero». Sin
duda, los granjeros merecen nuestro agradecimiento, ya que hacen el trabajo
abrasador y arduo de preparar la tierra, plantar las semillas y cosechar los
alimentos que impiden que muramos de hambre.
Pero cada
vez que le agradezco a un granjero, trato de recordar alabar a Dios, porque Él
es el responsable de producir lo que comemos: da la luz, envía la lluvia y crea
la energía dentro de la semilla que empuja a través del suelo y produce fruto.
Aunque la
tierra y todo lo que hay en ella le pertenecen a Dios (Salmo 24:1), Él ha
escogido que los seres humanos sean sus cuidadores. Somos responsables de
utilizar los recursos de la Tierra como Él lo haría… para hacer su obra en el
mundo (115:16). Y así como somos mayordomos de la creación divina, también lo
somos de su diseño para la sociedad. Esto lo hacemos al respetar a quienes Él
ha colocado en puestos de autoridad, pagar los impuestos, dar honra a los que
se la han ganado y saldar permanentemente nuestra deuda de amor (Romanos
13:7-8). Pero hay algo que reservamos para Dios: toda la gloria y la alabanza
le pertenecen porque hace posibles todas las cosas (Salmo 96:8).
Los caminos
inescrutables de Dios merecen nuestra alabanza ilimitada.
(Nuestro
Pan Diario)
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