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Romanos 5.8, 9 | ¿Por qué podemos decir que el Señor nos ha declarado
“inocentes” de nuestro pecado? Lo primero que tenemos que entender es que este
acto fue totalmente obra de Dios. Nosotros no podemos hacer absolutamente nada
para eliminar la mancha de nuestro pecado. Es por esta razón que el Padre
celestial envió a su Hijo al mundo.
El único
pago satisfactorio por el pecado es la muerte (Ro 6.23), y porque Dios quiso
salvarnos de ese castigo, proveyó la única salida. Dio el sacrificio perfecto:
Su Hijo, Jesucristo (Ro 5.8).
¿Qué logró
este acto misericordioso? Nos permitió acercarnos a Dios como hombres y mujeres
puros, limpios y santos. Nuestra pureza no tiene nada que ver con algo que
hayamos hecho; se debe exclusivamente al hecho de que hemos sido purificados
por la sangre de Jesús. Es por eso que podemos decir que hemos sido “lavados en
la sangre” —la única manera de quitar la mancha del pecado.
Cuando
comenzamos una relación personal con el Señor Jesús, lo primero que sucede es
que somos justificados; en otras palabras, Dios nos declara “inocentes”. Esto
significa que, como creyentes, podemos estar en la presencia del Dios santo y
perfecto, porque Él nos ve ahora como sus hijos. Cuando ponemos nuestra fe en
Jesucristo como Salvador, la pena por todos nuestros pecados —pasados,
presentes y futuros— ha sido pagada, y nunca enfrentaremos la condenación de
Dios (Ro 8.1).
Dé gracias
a su Padre celestial hoy, no solamente porque ha perdonado su pecado, sino
además por haberle liberado de la carga de culpabilidad.
(En
Contacto)
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