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Filipenses 2:5-11 | Nuestra nietita Maggie y su familia habían vuelto a su casa
en Missouri, después de visitarnos en Grand Rapids, Michigan, en Estados
Unidos. Su mamá nos contó que durante algunos días, después de haber regresado,
Maggie caminaba por la casa repitiendo alegremente: «¡Michigan! ¡Michigan!».
Había algo
en ese nombre que atraía a nuestra nieta. ¿Habrá sido por la forma en que
sonaba? ¿Tal vez porque había disfrutado del tiempo que pasó allí? Es difícil
saberlo en el caso de una niña de un año, pero el impacto de ese nombre había
sido tal que no podía dejar de repetirlo.
Esto me
hace pensar en otro nombre: Jesús, el «nombre que es sobre todo nombre»
(Filipenses 2:9). Una canción de Bill y Gloria Gaither nos recuerda por qué
amamos tanto ese nombre. Él es «Maestro» y «Salvador». Es verdad, ¡qué profundidad
de significado tienen los nombres que describen a nuestro Señor! Cuando les
mencionamos el gran nombre de Jesús a quienes lo necesitan como Salvador,
podemos recordarles lo que hizo por nosotros.
Jesús es
nuestro Salvador. Nos ha redimido mediante su sangre, y podemos entregar de
todo corazón nuestra vida a Él. Jesús… ¡Qué todo el cielo y la Tierra,
incluidos nosotros, proclamen su glorioso nombre!
¡Jesús es
el nombre más precioso!
(Nuestro
Pan Diario)
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