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Filipenses 4.10-13 | Humanamente hablando, el apóstol Pablo tenía mucho de qué
jactarse —sus credenciales se encuentran en Filipenses 3.4-6. No obstante, él
sabía que esos logros no eran lo que realmente importaba. Pablo entendía
acertadamente que conocer a Cristo y confiar en Él eran la fuente del verdadero
valor en la vida.
Al escribir
con tal modestia, el apóstol es un buen ejemplo de cómo debemos vernos a
nosotros mismos —o sea, como el Padre nos ve. La mejor manera de hacerlo es
reconocer a Dios como la fuente de nuestro poder: “Todo lo puedo en Cristo que
me fortalece” (4.13).
Muchos de
nosotros conocemos este versículo de memoria, pero ¿hemos aceptado la verdad
que contiene? El énfasis no está en “lo puedo”, sino en el hecho de que lo
puedo en Cristo —Él nos da todo lo que necesitamos para llevar a cabo su plan
para nuestras vidas.
Este
versículo es la confesión de que no podemos hacer la voluntad de Dios con
nuestras propias fuerzas. Pero eso no significa que debemos simplemente
cruzarnos de brazos y convertirnos en simples espectadores. Como cristianos,
tenemos la responsabilidad de obedecer la dirección del Señor en todo, pues,
son nuestras manos, pies, cuerpo, voz, compasión y deseos, los que el Señor
usará para llevar a cabo sus grandes propósitos para nuestras vidas.
Obedecer
por fe puede parecer atemorizante, pero mantenerse a salvo cómodamente no es lo
que el pueblo de Dios elige. Hacer todo por medio de Cristo implica tomar
riesgos, pero usted descubrirá que las recompensas por la obediencia son
profundamente gratificantes.
(En
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