LEA: Jeremías 31:31-34
| En Michigan, donde vivo,
bromeamos diciendo que tenemos dos temporadas: el invierno y la construcción de
caminos. Los duros inviernos dañan las carreteras, así que los equipos de reparación
empiezan a trabajar en cuanto el hielo se derrite y el terreno se descongela.
Aunque lo llamamos «construcción», gran parte de lo que hacen parece una
«destrucción». En algunos casos, solo tapar agujeros no basta; hay que
reemplazar el camino viejo por otro nuevo.
Cuando el Señor obra en nuestra vida, puede experimentarse
algo similar. En el Antiguo Testamento, Dios le dijo a su pueblo que esperara
renovaciones importantes en el camino entre ambos (Isaías 62:10-11; Jeremías
31:31). Cuando envió a su Hijo, los judíos pensaron que se destruía el camino
hacia Él. Sin embargo, Jesucristo no estaba destruyendo nada, sino
completándolo (Mateo 5:17). El camino antiguo asfaltado de leyes se convirtió
en uno nuevo pavimentado con el amor sacrificial de Cristo.
Dios sigue en la obra de reemplazar los antiguos caminos del
pecado y el legalismo con el sendero de amor que Jesús completó. Cuando Él
quita nuestras antiguas formas de pensar y comportarnos, tal vez parezca que
está destruyendo todo lo conocido, pero no es así, sino que está construyendo
un camino mejor. Y podemos confiar en que el resultado final será relaciones
interpersonales más armoniosas con los demás y una comunión más íntima con Él.
Un trastorno suele preceder al progreso espiritual.
(Nuestro Pan Diario)
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