LEA: Salmo 19 | Quizá conozcas el dicho: «Las grandes mentes
hablan de ideas; las mentes promedio hablan de acontecimientos; las mentes
pequeñas hablan de la gente». Sin duda, hay maneras de hablar de la gente que
pueden honrarlas, pero este dicho enfatiza nuestro lado más oscuro. En un mundo
de comunicaciones constantes, tanto social como profesionalmente, se nos
confronta permanentemente con la vida de personas en un nivel de intimidad que
puede ser inapropiado.
Peor aun, esta oleada de información personal sobre los demás
podría convertirse en materia prima para nuestras conversaciones, al punto de
que el chisme se convierte en la norma… y no solo sobre los ricos y famosos.
Personas de nuestro entorno de trabajo, iglesia, vecindario y familia pueden
ser también el blanco de lenguas afiladas, y sentir la angustia causada por
conversaciones que nunca deberían haber ocurrido.
¿Cómo podemos evitar nuestra tendencia a dañar a los demás
con nuestras palabras? Al reconocer que el Oyente supremo de lo que decimos es
Dios, quien anhela que no seamos así. Con el salmista, podemos orar: «Sean
gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh
Señor…» (Salmo 19:14). Cuando buscamos agradar a Dios con nuestras
conversaciones sobre los demás, lo honramos. Con su ayuda, podemos glorificarlo
con lo que decimos.
Es mejor que te muerdas la lengua en lugar de hacer un
comentario mordaz.
(Nuestro Pan Diario)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.