LEA: Mateo 13:1-9
| Una
parte pequeña de mi jardín parecía no poder cobrar vida. La hierba siempre era
escasa en ese lugar, al margen de cuánto la regara.
Así que, un día, hundí una pala en
este terreno problemático y descubrí el problema: justo debajo de la superficie
había una capa de piedras de unos ocho centímetros. Entonces, reemplacé las
piedras con tierra fértil de la mejor clase, donde las semillas nuevas pudieran
arraigarse.
Jesús habló de las semillas y de los
terrenos. En una parábola de Mateo 13 sobre lo que sucede cuando la semilla del
evangelio se planta en diversos tipos de tierra, dijo que aquellas que caen
sobre las piedras, «donde no [hay] mucha tierra», crecen rápidamente, pero
después mueren al sol (vv. 5-6). Hablaba de los que han escuchado y recibido el
evangelio, pero el mensaje no ha echado raíces en sus vidas. Cuando surgen
problemas, estas personas (que no son creyentes genuinos), desaparecen.
Cuán agradecidos podemos estar por
las palabras de Jesús que concluyen esta parábola: «Mas el que fue sembrado en
buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto…» (v. 23).
Es un recordatorio maravilloso del privilegio y la responsabilidad que
acompañan a nuestra salvación.
Alabemos a Dios por la semilla del
evangelio y por el terreno del crecimiento espiritual.
Un corazón abierto a Dios es un
terreno donde puede florecer la semilla de la Palabra
(Nuestro Pan Diario)
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