LEA: Colosenses 1:19-27
| Una amiga y yo construimos un
simulador de flujos de agua para nuestro proyecto final de la clase de ciencia
en la escuela secundaria. Con mucha ayuda de mi padre, hicimos una larga caja
de madera contrachapada con una bisagra en el medio. La recubrimos con plástico
y la llenamos de arena. En un extremo, colocamos una manguera, y en el otro,
hicimos un agujero para drenaje.
Después de armar todo, levantamos una punta del simulador,
abrimos el grifo y observamos mientras se formaba un camino directamente hacia el
agujero en la otra punta. El paso siguiente fue poner una roca en medio del
flujo de corriente y ver cómo cambiaba la dirección del agua.
Ese proyecto me enseñó tanto sobre la vida como sobre la
ciencia. Aprendí que no puedo cambiar la dirección de las cosas si estoy en la
orilla del río. Tengo que meterme en la corriente de la vida y permanecer allí
para desviar su flujo. Esto fue lo que hizo Jesús. La Biblia se refiere a la
salvación como una roca (2 Samuel 22:47; Salmo 62:2, 6-7), y el apóstol Pablo explica
que Cristo es esa Roca (1 Corintios 10:4). Dios colocó a Jesús en la corriente
de la historia para cambiar su curso.
Cuando permanecemos firmes en Cristo, trabajando
intensamente en la obra del Señor, Dios nos utiliza para modificar el curso de
la historia mediante acciones obedientes que dirigen a otras personas hacia Él.
«Asegúrate de poner tus pies en el lugar correcto; después,
mantente firme». —Abraham Lincoln
(Nuestro Pan diario)
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